El Cónclave tras la muerte del Papa Francisco

Hay una afamada frase del poeta Antonio Machado que nos habla de «La España de charanga y pandereta…» Y no dejó el poeta en su obra «Campos de Castilla», de acertar en la definición que se entorna en versos como «cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María, de espíritu burlón y alma quieta, he de tener su mármol y alma su día, su infalible mañana y su poeta. El vano ayer engendraron mañana vacío y ¡por ventura! pasajero».
Se podría un preguntar -con todo el derecho- qué tiene que ver Antonio Machado con el nombramiento de un nuevo Papa en el Cónclave que dará comienzo el 7 de mayo. Lo entenderemos rápido. ¿No me dirán que no han oído de todo, de todos y sobre todo lo que puede y podría ocurrir sobre la elección del nuevo Sumo Pontífice en esta «España nuestra». Desde el color de su piel y el final del mundo, a otros sin fin de desafortunadas afirmaciones que precisamente por ser este país un lugar de «charanga y pandereta» no caen saco roto y por ejemplo, a alguno de nosotros que somos docentes, los alumnos pueden plantearles en clase de Religión un sin fin de estas ilógicas cuestiones, aunque no se sepan ni siquiera el nombre -con perdón- de nuestro Arzobispo, qué es un Cónclave, un Cardenal, etc.
Mientras el mundo continúa de luto

El Papa Francisco, fallecido el 21 de abril a los 88 años, fue enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor tras su funeral el 26 de abril. Mientras el mundo continúa de luto por su fallecimiento y ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, en la que por cierto hay un total de siete Papas enterrados en dicha Basílica siendo el Papa Francisco el octavo y curiosamente enterrado junto a Honorio III quien aprobó la regla de los franciscanos (quien le pidió la indulgencia de la Prociúncula (pequeña «porción de tierra»), durante nueve días conocidos como “Novendiales”, están en marcha los preparativos para el altamente regulado proceso de Cónclave del latín «cum clave» (bajo llave), que es el medio por el cual se elige un nuevo Papa para la Iglesia, el mundo entero se prepara sin duda alguna para un nuevo escenario muy alejado de los drástico e infernales pronósticos peliculeros y televisivos.
La tarea de elegir al nuevo Papa recae exclusivamente en los miembros del Colegio Cardenalicio menores de 80 años y que por lo demás son elegibles o capaces de participar, y que en la actualidad son 134. El Cardenal Giovanni Battista Re, de 91 años, es el actual decano del Colegio Cardenalicio, es decir, el miembro de mayor antigüedad, elegido entre los cardenales obispos y confirmado por el Papa. Normalmente, sería responsabilidad de Re impulsar el proceso del cónclave una vez iniciado. Sin embargo, el Cardenal Re es demasiado mayor para participar en el cónclave, al igual que su vicedecano, el Cardenal Leonardo Sandri. Por lo tanto, el próximo cónclave será dirigido por el Cardenal Pietro Parolin, el siguiente cardenal obispo de mayor rango elegible y ex Secretario de Estado del Vaticano.
El miércoles 7 de Mayo comienza el Cónclave

El sistema de cónclave se formalizó en el año 1274, y sus procedimientos están explicados con gran detalle en la constitución apostólica Universi Dominici Gregis de 1996 del Papa Juan Pablo II, que fue ligeramente modificada por el Papa Benedicto XVI y el Papa Francisco. Normalmente, el cónclave comienza 15 días después de la muerte de un papa, es el día 16 del interregno (que significa simplemente el período entre papas). Puede comenzar hasta el día 20 por razones graves, o antes del día 15 si todos los cardenales están presentes.
La Oficina de Prensa de la Santa Sede anunció este lunes día 28 de abril que el cónclave comenzará en la mañana del 7 de mayo, con la Santa Misa de Elección del Romano Pontífice en la Basílica de San Pedro. Esa tarde, los cardenales —solo los electores— entrarán en la Capilla Sixtina, cantando el “Veni Creator Spiritus”, invocando la guía del Espíritu Santo. Una vez dentro, cada cardenal prestará juramento de observar los procedimientos, mantener el secreto y votar libremente por el candidato que considere más digno.
Las puertas de la capilla permanecerán cerradas al mundo exterior hasta que se elija un nuevo Papa.
Y una vez dentro de la Capilla Sixtina ¿qué?
Todas las papeletas llevan la inscripción “Eligo in summum pontificem” (“Elijo como Sumo Pontífice”), sobre un espacio para que los cardenales escriban un nombre. Durante la votación, los cardenales se acercan individualmente al cuadro del Juicio Final de Miguel Ángel, prestan juramento en latín y depositan su papeleta en una urna grande.

“Pongo como testigo a Cristo el Señor, quien será mi juez, de que mi voto se otorga a quien ante Dios creo que debe ser elegido”.
Tres cardenales designados al azar, conocidos como escrutadores, tabulan los resultados ante la asamblea. Primero, cuentan las papeletas, y si el número de papeletas no coincide con el número de electores, se queman inmediatamente y se realiza una nueva votación.
Si el número de papeletas es correcto, los tres escrutadores leen cada papeleta, el último lee el nombre en voz alta y lo anota. Cada elector anota también el resultado en una hoja proporcionada para tal fin. Cada papeleta, tras el recuento, se remata con una aguja y se coloca en un hilo para mayor seguridad.
Otros tres cardenales electores, elegidos al azar, los revisores, verifican el recuento de los votos y las notas de los escrutadores para garantizar que la tabulación de los votos se haya realizado de manera exacta y fiel.
Se eligen al azar tres cardenales electores adicionales como “infirmarii”, cuya función es asistir a los electores que, aun estando dentro del recinto del cónclave, estén demasiado enfermos para estar presentes en la Capilla Sixtina. Los infirmarii llevan consigo una urna cerrada que, tras ser mostrada vacía a los demás electores, recibe los votos de los enfermos. Luego la devuelven sin abrir a los escrutadores.
Un católico necesita dos tercios de los votos —en este caso, 90— para ser elegido como el próximo Papa. El historial de cónclaves del último siglo muestra que el colegio elige a un nuevo papa, en promedio, en la tarde del tercer día, tras unas ocho votaciones.
Habemus Papam («Tenemos un Papa»)
Cuando una sesión de votación concluye sin que ningún candidato alcance la mayoría requerida, las papeletas se queman con paja húmeda, lo que provoca que salga humo negro de la chimenea de la Capilla Sixtina. Sin embargo, si se elige un Papa, las papeletas se queman con un agente químico, produciendo el famoso humo blanco. Sin embargo, antes de que eso suceda, hay un proceso que debe seguirse una vez que un hombre recibe el número requerido de votos.
Después de que el cardenal diácono menor ha readmitido al secretario del colegio y al maestro de ceremonias litúrgicas papales, el cardenal decano, o el cardenal que sea primero en orden y antigüedad, se dirige al elegido y le pregunta:
“¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?”
Con su consentimiento, se convierte en Obispo de Roma y Papa (con lo que se pone fin al cónclave, a menos que el nuevo papa decida mantenerlo en sesión por alguna razón). El cardenal decano pregunta entonces:
“¿Con qué nombre deseas ser llamado?”
El maestro de ceremonias litúrgicas papales, con el testimonio de los dos maestros de ceremonias (que ahora están convocados), redactará luego un documento que certificará el consentimiento del hombre elegido y el nombre que ha elegido.
El nuevo Papa pasa unos momentos en una sala contigua a la Capilla Sixtina, conocida como la Sala de las Lágrimas, donde viste sus vestiduras papales blancas. Cada cardenal se adelanta por turno y hace un acto de homenaje y obediencia al nuevo Papa. A continuación, se realiza un acto de acción de gracias a Dios.
El cardenal diácono de mayor rango anuncia desde la logia de San Pedro a los reunidos en la Plaza de San Pedro: “Habemus papam!” (¡Tenemos un Papa!) y el nombre que ha adoptado. El Papa recién elegido sale entonces para dirigirse y bendecir a la ciudad y al mundo (“urbi et orbi”).
Que el Espíritu Santo les ayude a discernir y saber elegir al nuevo Sumo Pontífice que regirá los designio de la Iglesia en los próximos años para bien de que el Evangelio llegue a todos y cada uno de los lugares del mundo y Dios esté presente siempre entre los hombres. Será el Papa número 267 desde la designación de San Pedro por Cristo.